3 Desafíos de un traductor freelance

El trabajo remoto trae consigo enromes desafíos. Y además, cada profesión tiene sus propias dificultades a ser superadas. La traducción como profesión, ya sea desarrollada de manera remota o no, también presenta sus desafíos.

Pero, principalmente para el traductor freelance, existen algunos factores a considerar para que el trabajo sea realizado de la mejor manera posible, para así poder fidelizar a los clientes actuales y ganar nuevos.

desafíos del traductor freelance

1 – Traducción electrónica

La traducción electrónica, herramienta gratuita y de calidad incierta, es hoy en día una de las principales controversias dentro del mercado de la traducción. Es un obstáculo que debe ser sorteado y puede volverse un gran diferencial para el profesional: la traducción electrónica, al ser realizada por una máquina, sin criterio para elegir entre múltiples interpretaciones, contexto, jergas, expresiones idiomáticas y sarcasmo, puede resultar de gran ayuda en casos de trabajos muy extensos con plazos ajustados. Sin embargo, es un trabajo automatizado y que requiere de la mirada atenta del traductor – no se debe apelar a la traducción electrónica sin al menos hacer una revisión detallada y enriquecedora del texto.

Incluso puede resultar mejor aún dejar de lado la traducción electrónica (no todas las invenciones tienen que ser adoptadas) y quedarse con la clásica y efectiva forma de traducir: usar la cabeza. Esto garantiza un trabajo con un mayor nivel de calidad, ya que elimina las “sorpresas” y posibles errores que una traducción electrónica mala (o no revisada) pudiera contener. Y, como si fuera poco, se gana la confianza de aquellos clientes que tienen dudas sobre el potencial de esta herramienta.

2 – Educación continua

Los conocimientos en traducción, así como la mayoría de los conocimientos específicos, también deben ser actualizados cada tanto. Sin embargo, esta profesión en particular requiere de una atención especial. El lenguaje es vivo y se adapta a las fases por las que atraviesa cada comunidad.

Por eso, principalmente por la jerga y demás expresiones que pudieran surgir o “caducar”, es sumamente importante que el traductor esté siempre aprendiendo.

Viajar a los países en los que hablan tus idiomas puede resultar muy útil, además de abrir puertas para nuevos contactos profesionales. Pero los cursos, investigaciones y la elaboración de glosarios pueden resultar aún más beneficiosos. Una forma más “local” para mantenerse actualizado es viendo películas o series en tus idiomas de trabajo: la interacción humana, aun no siendo “en vivo y a color” – y sí ensayada y filmada – es una excelente forma de aprender nuevos vocablos y recordar aquellos ya conocidos pero poco usados.

3 – Armado del portfolio

Así como ocurre con otros trabajos que están protegidos por derechos de autor, la traducción es una profesión que dificulta el armado de un portfolio. Muchos trabajos, principalmente para institutos, cursos y editoras, están protegidos y son comercializados por el propio cliente, y no pueden ser exhibidos públicamente como portfolio. Por lo tanto, el traductor precisa de alguna otra vía para corroborar su experiencia y calidad de sus traducciones.

Los contenidos online, como la traducción de artículos para blogs, y demás contenidos divulgados gratuitamente, son excelentes para el armado de un portfolio, y no requieren de autorización por parte del cliente.

Otra alternativa es reunir testimonios de los clientes que hayas atendido y exhibirlos en tu sitio o página de red social. Así consigues presentar tu cartera de clientes, valiéndote de la palabra de ellos – y no de la tuya, teóricamente parcial – para corroborar la calidad de tu trabajo.

También una opción sería enviar muestras de traducción, muchas veces solicitadas por el propio cliente, ante la falta de un portfolio que él mismo pueda consultar directamente.

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¿Cómo demuestras a tus clientes la calidad de tu trabajo? ¿Qué dificultades enfrentas en el mercado de traductores freelance? ¡Déjanos tus comentarios y opiniones! 🙂

Post original: Analuísa Bessa. Traducción y adaptación: Jesica Mraz

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