Freelancer y bailarina

Ser freelancer no era una opción hace algunos años atrás cuando imaginaba mi vida profesional.

El único camino era estudiar una profesión rentable y que te permitiera trabajar en una oficina 9hs, como todo el mundo. No importa si te gustaba mucho o poco. Y la opción «freelancing» ni siquiera existía… En el Día de la Juventud, quiero contarte mi historia.

Algo que escuché de chica con mucha frecuencia fue «Elegí algo que te guste, pero principalmente que te dé de comer». Pocas veces escuché «Elegí algo que te apasione y vas a encontrarle la vuelta para generar un ingreso», o evidentemente no fue lo que más trascendió en mi. Porque yo creo que hay una GRAN diferencia entre hacer algo que simplemente te guste y con lo que te conformás, y hacer otra cosa que te encante, te mueva y te llene de energía todos los días. En pocas palabras, a la hora de elegir, me dejé llevar más por la seguridad financiera que por lo que me motivaba de verdad.

Desde que tengo memoria me interesé por el arte, ya sea cantar, bailar, actuar -todo me gustaba- y cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo en mi casa, en el colegio o en un cumpleaños, aunque con dudas y timidez, intentaba sumarme. Siempre me gustó, me hace sentir viva y feliz, pero nunca lo vi como una opción real de carrera porque siempre quedaba relegado en la categoría de hobbie o actividad extracurricular, algo que hacés para divertirte, «porque no es una carrera en serio». Siempre tomé clases de baile, algunos años canto, otros teatro y talleres de comedia musical, en ningún momento lo abandoné.

Cuando llegó el momento de optar por mis estudios universitarios, incluso sabiendo que hace años estaba dedicándole gran parte de mi tiempo y de mi vida al arte, me dejé llevar más por la lógica que por la pasión.

Me incliné por estudiar una licenciatura en el área de Comunicación, algo que me generaba y genera mucho interés, con lo que me sentía cómoda y que sabía que era buena. Sin dejar de tomar clases de danza y comedia musical, cursé los 4 años de facultad al hilo, con excelentes notas y cumpliendo todos los requisitos de una buena alumna. Al terminar, comencé mi búsqueda laboral y entré en el mundo corporativo, sin cuestionar nada ni por un segundo, porque me enseñaron que era lo que había que hacer.

Después de algunos pocos años de seguir por ese camino, me di cuenta que no estaba contenta. Eso no significa que deteste la profesión que decidí estudiar o que mis experiencias en las empresas en las que trabajé fueran nefastas. Aunque me consumían mucho tiempo y energía (y hasta en algunos estaba tan cansada que tuve que ausentarme en clases de danza), ambas están y estuvieron bien.

El problema es que no me conformo con un «bien» y, además, soy una persona que suele hacer preguntas y cuestionar todo. Entonces, ¿por qué no también cuestionarme a mi misma, mi profesión y la forma de ejercerla?

Así fue como hace un año,  y después de muchas idas y vueltas, charlas con la almohada y consejos tradicionales como «no dejes de trabajar sin otra cosa segura antes» y lo único que podía pensar era «no quiero volver a una oficina»,  corté mi relación de dependencia corporativa y salté al vacío.

Digo «al vacío» porque abandoné la seguridad financiera, algo que pocos me alentaron a hacer, para vivir de mis ahorros hasta lograr acomodarme y emprender una búsqueda fuera de lo tradicional, donde pudiera darle más espacio a la danza, vivir de eso y dejar menos lugar a la vida corporativa.

Allí descubrí que el mundo freelance, lleno de opciones, flexibilidad y de libertad para que cada uno arme su propio rompecabezas de horarios y actividades, me permitía combinar mi lado pasional con mi lado racional: la danza con mi profesión en comunicación.

A mis cortos 26 años tengo un gran privilegio: todos los días puedo elegir a qué darle prioridad y organizar mis horarios de acuerdo a eso.

Hago de todo: tomo clases de danza, voy a ensayar con diferentes escuelas de baile, trabajo como freelancer en proyectos de Comunicación, Contenidos y Marketing desde mi casa o desde el lugar que elija, doy clases de danza (también algunas de inglés) y hasta a veces fusiono ambas ramas, aportando mis conocimientos de comunicación en eventos del ámbito artístico (¡y me encanta!).

A los jóvenes que están comenzando su búsqueda profesional, les digo esto: Si algo les apasiona, no lo duden, arriésguense, inténtenlo y prueben. Ya verán como el resto de las cosas se acomodan solas.

No se queden con la duda, así sea algo que crean que no sirve o que no es rentable, de lo contrario -y si son realmente fieles a ustedes mismos- en algún momento van a darse cuenta que no les va a cerrar el estilo de vida que llevan. Estoy segura que muchas personas que hoy tienen una profesión que les da estabilidad económica, seguramente hubieran elegido hacer otra cosa si el dinero no importara.

Creo firmemente que se puede hacer borrón y cuenta nueva a cualquier edad, pero donde menos miedo debería darles es ahora que son jóvenes. Tienen todo por delante y seguramente no quieran crecer con el sabor amargo de «¿qué hubiese pasado si…?» y que después busquen excusas para no animarse. Incluso aprovecho esta ocasión para alentar a todos, no importa la edad, a que se sientan jóvenes y se animen a jugarse por lo que más les gusta.

No es un camino fácil, pero con el apoyo de nuestras familias y amigos se hace más sencillo. Y si no lo tienen, no dejen que eso los detenga. Asesórense y júntense con personas que los alienten a desarrollar sus ideas, así parezcan muy locas.

Siempre existen opciones más allá de las que conocemos y no todo es o blanco o negro. Nunca se cansen de buscarlas y estoy segura que las van a encontrar, como me pasó a mi.

Soledad Pagés, bailarina, freelancer y Community Manager de Workana.

 

 

Community Manager de Workana. También bailarina, editora y redactora :)

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