Bia Kunze: Cuando ser freelancer se convierte en la única opción

Es común que las personas busquen en el freelancing una alternativa laboral al trabajo tradicional. Diferente de la vida corporativa, el freelance ofrece libertad para elegir horarios, clientes y tomar decisiones sin interferencia de superiores.

Hasta ahora no vi muchos casos en la web donde las personas busquen un reparo en el freelancing como plan B de una situación mucho más delicada: problemas de salud.

Trabajé como dentista con un consultorio propio en la modalidad de cuidados domésticos. El trabajo paralelo con Garota Sem Fio era puramente por placer, sin pensar en el ingreso económico y además ganaba notoriedad, hacía conferencias y trabajos de consultorías ocasionales que funcionaban como ingreso extra.

En Enero de 2010, todo cambió. Fui diagnosticada con una enfermedad autoinmune agresiva e incapacitante: artritis psoriásica.

En pocas semanas dejé de ser una persona activa, que trabajaba y viajaba mucho, y me convertí en una habitante de cama de hospital. Fue un choque, no solo por tener que convivir con el dolor las 24 hs del día, sino también por atravesar un cambio radical de vida. Por no tener cura, el desafío de salir adelante sería aprender a convivir con la artritis psoriásica para el resto de mi vida (Conoce la historia de Sivu Camacho, quien también se vio afectada en lo laboral por su salud)

Después de 11 días internada en estado crítico, fui lanzada al mundo exterior inundada de dudas y desafíos. ¿Cuándo volvería a caminar? ¿Mi cabello crecería nuevamente? ¿Podría un día volver a atender pacientes, dar clases, viajar, en fin… a tener mi vida de vuelta? No había respuestas. Luego de muchos medicamentos, comencé a usar la silla de ruedas para adaptarme a la nueva realidad. Mirando hacia el pasado, y sin modestia, no tuve muchas dificultades.

Como dentista, me especializaba en ancianos y personas con necesidades especiales, por lo tanto, buena parte de mis pacientes vivían en la situación que me encontraba en ese momento. Técnicamente, sabía todo lo que necesitaba para luchar contra aquella enfermedad. El camino era dejar la angustia de lado, aprender a convivir con el dolos en las articulaciones y hacer lo que tenía que hacer: leer mucho, estudiar mi enfermedad, escribir en el blog y continuar inserta en el mundo de la tecnología. Todo eso fue lo que me mantuvo con la mente sana.

Escribiendo este relato, parece que todo fue muy fácil. No lo fue. Lloraba mucho, rogaba que me dieran más opiáceo cuando el dolor se volvía insoportable. Lloré cuando mi cabello cayó -eso me sacudió hasta más que la silla de ruedas-. La psoriasis formó un casco en mi cuero cabelludo.

Tomé muchos antidepresivos, pero lo que me ayudó muchísimo fue la intención de continuar siendo útil. Retomé el blog, leía, participaba en las redes sociales. Es curioso el mundo virtual, pues todo parecía lo mismo de siempre.

Cuando se trabaja con internet, es el resultado de lo que produces lo que hace la diferencia, no tanto la forma de trabajar o tus limitaciones.

Mi primer cliente de consultoría post-enfermedad comprendió mi situación y, bondadosamente, fue hasta la casa de mis padres (donde me encontraba provisoriamente «internada» porque no vivo en planta baja), lo que limitaba mi traslado. La recibí en silla de ruedas, con un gorro en la cabeza y me puse a trabajar. Configuré su smartphone, instalé aplicativos y le enseñé a administrar el trabajo de su empresa por ella. Eso tuvo un impacto tremendo en mi autoestima.

Acepté nuevos trabajos a través de mi blog, como freelancer, produciendo artículos para otros sitios y empresas.

Después de hacer mucha fisioterapia, volví al poco tiempo a caminar y retomar mi vida. Tuve, y aún tengo, muchas enfermedades adicionales porque el medicamento que controla mi enfermedad principal es un inmunobiológico, o sea que derrumba la inmunidad. Las enfermedades autoinmunes se caracterizan por un sistema inmunológico algo alocado. El desafío del tratamiento es ponerle riendas y controlarlo.

Exponerme nuevamente a pacientes sería extremadamente arriesgado, aunque estuviese físicamente bien, andando, activa y sin dolores. El primer cuidado domiciliario que volví a hacer fue una visita a una paciente que tenía una pequeña UTI (Unidad de Terapia Intensiva) en su casa. Hice mi trabajo y dos días después estaba en cama con una infección respiratoria severa.

Tuve que rearmar mis planes y decidí vivir de clases, consultorías y conferencias, además de escribir en la web.

Aparte de las infecciones respiratorias, tenía por lo menos 3 infecciones urinarias por año. Entrar y salir de hospitales se volvió una rutina y pasé a llevar siempre conmigo un arsenal tecnológico para continuar trabajando en caso de que tuviera que pasar la noche en algún lado.

Amo demasiado enseñar. El contacto con personas que quieren aprender y tienen los mismos intereses que uno, trae inmensa felicidad y realización personal. Además de dar clases, decidí hacer una maestría. Duró un año: el desafío de mantenerme económicamente estudiando mucho y trabajando poco sacudió mi cabeza y la enfermedad volvió, esta vez en la cervical.

Podía caminar, pero no podía tomar el autobus, manejar, recorrer tramos largos. Renuncié y pasé algunos con un cuello ortopédico en casa, aislada.

Finalmente entendí: iba a necesitar explorar más las posibilidades de trabajar desde casa.

 

Bia Kunze es dentista de cuidados domiciliarios, consultora en tecnología móvil y comentarista de radio.

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