¿Qué pensarías si alguien, 50 años atrás, hubiese dicho que en pleno siglo XXI sería posible hacer negocios y ganar dinero sin necesidad de moverse del sofá, hablar con una persona a 7.000 kilómetros de distancia a través del monitor de un ordenador, o trabajar desde donde uno quiera -la playa, la montaña y hasta una oficina improvisada en casa- a través de una pantalla y sin horarios fijos?