En el mes de la Mujer, conoce historias de profesionales independientes que se animaron a desafiar lo establecido y emprender un nuevo camino laboral: ser su propia jefa. ¡Honremos juntos a la Mujer FreeLa: libre y latinoamericana!
¡La gota que rebosó la copa! Eso fue lo que me dije al salir de aquella oficina. La desesperanza estaba surtiendo su efecto nocivo en mí, la tenía clara desde ese momento: ¡no volvería a enviar una sola hoja de vida! Pero… ¿y cómo iba a vivir?
Esa pregunta retumbaba en mi cabeza, una y otra vez. ¿Y cómo voy a vivir? ¡Ya se nos ocurrirá algo! Así respondió muy sabia mi voz interior, ese sexto sentido del que podemos hacer alarde las mujeres… ¡Ya se nos ocurrirá algo!
Bajé las escalinatas, crucé la puerta y salí de aquel odioso recinto donde el talento y las ganas no significan nada. Para ellos, yo era un simple número: mi edad. Afuera todo seguía intacto. Eran las 5 de la tarde y las hojas de los árboles seguían bailando al son de la brisa tardecina de la Cali bella, de la Cali que le suele negar oportunidades a las mujeres mayores de 35 años. No había nada que hacer. No podía sentarme a llorar en ningún banco de ningún parque. No nací para eso, la vida continuaba su curso y yo debía sobreponerme al insulto al que acababa de ser sometida:
“¿Querés trabajar con nosotros? Bueno, si venís durante 6 meses y a tiempo completo a trabajar, sin pago, sos de las nuestras. Tené en cuenta que acá ninguno supera los 25 años. Tenés que demostrarnos que servís para este trabajo”.
¡Qué día tan denso! ¡Qué improperio el que me acababan de decir! ¿A cuántas mujeres más les habrían dicho eso, y ellas, por el amor de pertenecer a una agencia de publicidad “de prestigio” y de gran recorrido, habrán dicho que sí?
Una pregunta tras otra se iban entremezclando en mi mente. ¿Habrán personas que sí han aceptado esa propuesta? Luego me respondería al investigar el medio: lamentablemente sí. Y no solo con ellos… con muchas más agencias y otras industrias. Es que trabajar en una Agencia de publicidad de re nombre en Cali es cosa muy jodida, no todos entran porque el medio es prácticamente impermeable, pero… si es sin paga, ¡muchas te darán la bienvenida!
Este es un pequeño ejemplo, ínfimo en realidad, de la inmensa y malsana cotidianidad del mercado laboral en Cali, y muy seguramente de toda Latinoamérica. Por fortuna, con sus —contadas— excepciones.
Al poco tiempo de este impasse, conocí a Workana, y confirmé, que la solución para este tipo de problemas, que no son controlados ni vigilados por los mismos Ministerios de trabajo de los diferentes países donde esto se replica, es poner la frente en alto y ser parte de la revolución laboral: el trabajo remoto freelance.
Si eres buena en lo que haces, lo demás vendrá por añadidura.
Sandra Viviana García, freelancer de Traducción y Contenidos en Workana.
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