Todos tenemos sueños de chicos, el mio era ser piloto de avión.
No importaba si fuera piloto civil, comercial o militar. Siempre busqué la libertad, solo quería eso. No me gusta estar atado a nada, salvo a mis cosas personales o a aquellas que tienen un significado importante en mi vida. Aun, en mi mente, está presente el día que mi viejo me llevó al aeroclub por primera vez con solo 4 años. Subirme a un Cessna, sentir el viento, sentir el poder del motor, sentir que volaba.
A los 6 años ya diseñaba mis primeros aviones, en madera balsa o en papel. Con motor de bandita elástica o planeador. No importaba cómo eran, solo me interesaba ver cómo se sostenía en el aire. Como, lo que había diseñado, funcionaba y volaba.
Las vueltas de la vida hicieron que ser piloto de avión no se pudiera concretar, por lo que tuve que optar por otro camino. Quería seguir siendo libre y a la vez seguir diseñando. Ya en este caso, no importaba el tipo de diseño. Quería expresar mi creatividad de alguna manera que me sintiera libre, sin estar atado a trabajos monótonos, chatos. Quería un reto. Fue así que comencé a diseñar gráficamente antes de terminar la secundaria.
Para ese entonces mi sueño cambiaba.
Dejaba en un segundo lugar el “ser piloto de avión” y pasaba al primer puesto “tener mi estudio de diseño”. Quería tener un espacio que me permita trabajar en lo que quiero, tener el tiempo y la libertad necesaria para darle mayor calidad a mis trabajos.
Durante los primeros años, luego de terminada la carrera de Diseñador Gráfico (más de 10 años ya), comenzó la etapa de aprendizaje laboral, de experiencia profesional. Pasé por diferentes trabajos, gráficas, agencias, nuevamente gráficas, nuevamente agencias. En total creo que fueron unos 8 años de remarla. Digo remarla porque en el medio pasaron muchas cosas, algunas feas, como ser despedido de una agencia en la cual me contrataron con visión de futuro y a los 3 meses me dijeron “gracias por todo” o trabajar en un gráfica en la cual el desprecio era parte de lo diario. Pero lo bueno de esos momentos malos, es que uno se hace fuerte, aprende, ya no comete los mismos errores. Fue así cuando comencé a darme cuenta de lo que quería realmente, de lo que necesitaba por mi, por mi cabeza y por mi profesión.
Hace unos 5 años vivía en Rosario, tenía un buen empleo en una importante agencia de comunicación, el sueldo era muy bueno, entre otras ventajas. En dos palabras, “estaba cómodo”. No tenía necesidades, no sufría reproches o maltrato laboral. Por ese entonces conocí a mi actual pareja, quien vivía en La Plata (vueltas de la vida). La distancia, que no era demasiada pero que nos obliga a movernos en colectivo, hacia que disfrutar momentos juntos, sea algo difícil. Viajabamos los fines de semana y cada 15 días. Era todo un presupuesto y cansancio el viajar.
Luego de dos años de sumar km arriba de los colectivos (si hubieran sido millas estaría dando la vuelta al mundo en avión :D), decidí que tenía que mudarme a La Plata, pero sabía que esto implicaba abandonar mi actual empleo, buscar uno nuevo, comenzar todo de cero. En un momento sentí que era volver a pasar por todas las cosas malas que ya había vivido. Volver a remarla para descubrir un trabajo en el cual me sienta valorado. La realidad es que no tenía ganas de volver a pasar por todo eso nuevamente, pero me arriesgue igual. En Noviembre del 2012 me mudé a la ciudad de las diagonales.
Atrás quedaron varios años de remarla, de lograr estar en un trabajo estable, tener solidez económica, de sentirme bien todas las mañanas yendo a trabajar. Pero a la vez sabía que comenzaba un nuevo camino y que tenía la oportunidad de formar mi estudio, de ser libre laboralmente, de tener mis tiempos y obtener clientes.
Así fue, como el 27 de noviembre del 2012 me registré como profesional en Workana (aqui puedes ver cómo comenzar en la plataforma). Fueron mis primeros pasos pero con la convicción de que algo grande podía venir. Sin imaginarme cuán grande podría ser, comencé a enviar propuestas. Al principio, los primeros 2 o 3 meses fueron dudosos, ningún cliente respondía a mis propuestas. Por dentro pensaba, ¿es este el camino? Pero luego, de un día para el otro, un cliente respondió. Así fue como gané mi primer proyecto el 4 de marzo del 2013. De ese proyecto y cliente salieron varios más. Y de estos proyectos finalizados pude ganar nuevos clientes y nuevos proyectos, además de mejorar mi perfil. Para fin de ese año había logrado finalizar exitosamente más de 15 proyectos, estar firme económicamente, poder tener una cartera de clientes y ver que el camino era este, el del freelance, el de Workana.
Imagino que a todos aquellos que alguna vez emprendieron un nuevo camino, se les ha cruzado por su cabeza si estaban en el lugar correcto o si debían correrse y dejar pasar a los que venían atrás. Yo lo pensé varias veces durante ese año. Hasta había llegado a pensar en si no sería mejor buscar algo temporal para tener un ingreso extra. Pero el tiempo y las ganas de mantener lo que me había costado mucho trabajo obtener, además de la paciencia y consejos de mi pareja, y esas cosas de la vida, hicieron que siga aferrado a este camino. Los años siguientes fueron uno mejor que el otro. Aumenté mi cartera de clientes y de proyectos. Pude armar un grupo de trabajo junto a otros profesionales. Por ejemplo, mi programador principal fue uno de mis primeros clientes en Workana.
Hoy, a casi 3 años de haber desembarcado en Workana, de haber tomado la iniciativa de emprender este camino, les puedo contar que la satisfacción es 10 veces mayor que si estuviera en un lugar estable, con un buen sueldo, cumpliendo horario, etc.
Hoy me siento libre, como si volara constantemente (aunque con los pies en la tierra). Disfruto el momento, vivo el día a día, puedo viajar con mi pareja en épocas de no vacaciones, ya sea por placer o para acompañarla a sus congresos, en cualquier momento del año. Tomarme el dia si fuera necesario. Vivir menos estresado.
via GIPHY
Todo esto no fue fácil, obvio que no. Hay que lucharla, tener paciencia, no se logra solo. Pero sí se puede. Sobre todo cuando los que tienes a tu alrededor te apoyan y cuando del otro lado, en este caso Workana, te ayuda a que también logres tus objetivos.
Ser freelancer es sentirme libre.
Ah, me olvidaba. El segundo sueño, el de ser piloto, sigue vigente. Algún día se dará. Solo es cuestión de tener paciencia 😉
¿Qué esperas para lanzarte a trabajar de forma independiente como Pablo? Mira los proyectos publicados en Workana y postúlate.